La segunda revolución del Mar del Norte
El futuro en renovables ya tiene varios escenarios visibles. Uno que llama la atención es el Mar del Norte.

Hay 6 países que comparten esta dinámica región: Alemania, Bélgica, Dinamarca, Gran Bretaña, Noruega y Países Bajos. Desde la década de los 70 esta zona experimentó un auge económico sorprendente. En 1990, Gran Bretaña y Noruega, los mayores productores del grupo, llegaron a extraer hasta 6 millones de barriles diarios del subsuelo marino, una cifra equivalente a la mitad de lo que producen actualmente los Emiratos Árabes. En la década de los 70, la compañía Shell solía poner el nombre de un pájaro a cada uno de los grupos de pozos de petróleo que comenzaba a explotar. Precisamente, fue en 1971 una instalación de plataformas de petróleo escocesa llamada Brent (un ganso negro popular en la zona) el que dio nombre al barril de petróleo más estándar. Con el transcurso de los años, muchos pozos se han ido agotando o han dejado de ser productivos a nivel económico, entre ellos el propio Brent.
Pero parece que ahora le llega a esa zona del Mar del Norte una segunda oportunidad para reinventarse en términos energéticos y económicos. Se trata de un nuevo modelo, en que el viento va a sustituir al petróleo. La zona está “agraciada” con mucha materia prima de esta índole: la velocidad del aire es de 10 m/s (mucho más que en el mar Mediterráneo). Además, tiene un suelo marino que se considera blando, con una profundidad media de 90 m, lo que permite un anclaje más fácil y efectivo de las estructuras de las turbinas eólicas.
En la actualidad, ya hay varias instalaciones offshore activas. Las condiciones eólicas son buenas durante todo el año. Según Macquarie Group, en el 2022 las turbinas offshore de Gran Bretaña operaron a un 60% de su capacidad nominal. Con estos datos tan atractivos, ya se ha aprobado la construcción durante los próximos 3 años de parques offshore con una capacidad de hasta 30 GW, algo equivalente a 30 centrales de energía nuclear. Además, la eficiencia energética de estos sistemas va en aumento, las palas son de gran tamaño, se transportará la energía en corriente continua y los cables submarinos son cada vez más efectivos.
Por ejemplo, en el Reino Unido, el parque eólico Hornsea 2, situado 82 km mar adentro de la costa de Yorkshire, puede generar hasta 1,3 GW mediante sus 165 aerogeneradores, con palas de 81 m de largo. El parque ocupa un área de 462 km2, equivalente a 64.000 campos de fútbol. Puede proporcionar energía a 1,4 millones de hogares.
Parque Hornsea 2 en las costas de Yorkshire (Reino Unido).
Mayor eficiencia y fiabilidad
Hasta ahora, cada uno de estos parques eólicos tenía una sola conexión eléctrica con la costa. Ahora, se establecerán conexiones entre los propios parques offshore, además de cada uno de ellos con tierra firme, incluso a nivel de varios países. Este es el caso de un parque situado entre Gran Bretaña y Noruega, por ejemplo. Esto incrementará la eficiencia y la fiabilidad de la red.
Ahora ya se habla de archipiélagos de islas de energía, que servirán incluso para ubicar repuestos y personal de mantenimiento, además de poder generar energía verde en forma de hidrógeno o amoniaco offshore en las propias plataformas. Desde estas islas se bombeará el gas ya producido, hacia tierra firme, un sistema que promete ser más eficiente y económico, ya que según el CIP (un consorcio de empresas de energía), una tubería podría costar hasta un 20% menos que una línea de tensión eléctrica.
Por último, comienzan a aparecer proyectos de captura de CO2 en los pozos de petróleo agotados del Mar del Norte, como el denominado Porthos en Rotterdam. Unas estaciones de impulsión situadas en el puerto enviarían el dióxido de carbono por tubería a un parque de pozos de petróleo en desuso. Este CO2 procedería de distintas industrias situadas en el puerto de Rotterdam (Air Liquide, Air Products, ExxonMobil y Shell). El sistema podría llegar a secuestrar hasta 2,5 t de CO2 por año, durante 15 años de vida útil, lo que representaría cerca de un 2% de las emisiones de los Países Bajos.
En cuanto al viejo y pionero pozo Brent, quizá aún no ha agotado sus sorpresas y pueda participar en la segunda revolución de la industria en el Mar del Norte.