Abeja trabajadora, león del teclado, y ganso del pensamiento colectivo: los toleramos en el punto álgido de la pandemia, pero ahora hemos de lidiar con estos personajes y poner fin a sus formas salvajes de trabajar.
El portal Mit Sloan Management Review publica un artículo elaborado recientemente por Melissa Swift, en el que define tres siniestros perfiles laborales surgidos como consecuencia del periodo de encierro forzoso que tuvimos que sufrir la mayoría ocasionado la pandemia del covid hace cuatro años.
Estos personajes, tipificados por la autora como la abeja trabajadora, el león del teclado y el ganso del pensamiento colectivo, han proliferado en todo tipo de industrias y constituyen elementos condenados al destierro, según la autora, por la toxicidad que generan sus salvajes métodos de proceder en el entorno laboral.
Melissa Swift comienza su narración interpelando al lector si alguna vez había tenido un animal en tu casa. No un perro, un gato o un hámster, sino un animal salvaje: un pájaro que entró volando y comenzó a aletear frenéticamente; una ardilla que invadió la chimenea… sea cual sea el animal, la experiencia es caótica y bastante alarmante. Durante los intensos días de la pandemia, muchas organizaciones permitieron, deliberadamente o no, que algunos animales salvajes entraran en su casa.
Si bien innovamos en tiempo real y somos capaces de encontrar nuevas formas de conectarnos y ser productivos en medio de restricciones inimaginables, también hemos hecho espacio para acoplar algunas formas de trabajo bastante feroces. Toleramos y alentamos prácticas laborales que, a la luz de la mañana de la era pos covid, no parecen demasiado efectivas, civilizadas o lógicas... o todo lo anterior. Veamos cómo se comportan estos animales y exploremos cómo sacarlos del espacio laboral.
La abeja ocupada
Cada vez que alguien en el trabajo dice que está ocupado, solemos responder de manera automática: “¡Estar ocupado es bueno!”. Hasta cierto punto, esto es verdad. Aunque también es cierto que una empresa saludable de cualquier tipo genera una tonelada de actividad en ciclos que parecen no tener fin. Dicho esto, durante la era de la pandemia, llevamos la tendencia de décadas hacia la intensificación del trabajo al siguiente nivel.
¿Qué es la intensificación del trabajo? Es la tendencia laboral más peligrosa de la que jamás haya oído hablar, dice la autora, y explica que: el trabajo se ha vuelto más extremo en la naturaleza de nuestras vidas. Esa sensación refleja la realidad cuantificada de la intensificación del trabajo, dado que hoy se nos pide que hagamos más unidades de trabajo por unidad de tiempo que antes.
A los trabajadores agrícolas se les pide que recojan más fruta en una hora; a los trabajadores del conocimiento se les pide que asistan a más reuniones por día, o a los ingenieros que desarrollen más rápidamente. Durante la era del covid, llevamos la tendencia de décadas hacia la intensificación del trabajo al siguiente nivel.
La intensificación del trabajo empeoró durante la era de la pandemia porque todos queríamos parecer ocupados: “¡No me quedo en casa haciendo proyectos de macramé y masa madre! ¡Estoy trabajando constantemente!”. Programamos más reuniones, enviamos más correos electrónicos, iniciamos más chats… todo para mantener esa pequeña luz en nuestras computadoras en rojo (estoy trabajando), y no en verde (estoy libre) o, peor aún, en amarillo (me alejé del teclado, por Dios).
En los últimos años nuestras vidas han cambiado y todo ese ajetreo se ha vuelto realmente insostenible. Si a eso le sumamos una serie de actividades del mundo real (desde ir a la oficina hasta asistir a los partidos de fútbol de los niños), nos estamos quedando sin horas para hacer todas las cosas.
Las prioridades laborales fundamentales se pierden en una sopa de “demasiado”. Es posible que hoy nos sintamos tan abrumados en el trabajo como en 2020, y las investigaciones sugieren que estamos incluso más agotados que durante la pandemia. ¿Cómo podemos entonces sacar a la abeja trabajadora de nuestra casa? Aquí hay un par de estrategias:
Aplasta a tu abeja interna ocupada: Para ello, es necesario aplicar una priorización constante e implacable. Una forma de combatir la opresión de estar ocupado es entender cuándo el fuego está a las puertas y cuándo no. No todas las tareas e iniciativas son igualmente importantes, a pesar de que un entorno electrónico (la bandeja de entrada del correo electrónico o la ventana de chat) pueda hacer que parezcan similares. Establecer prioridades claras ayuda a estar menos ocupado y a entrar con más frecuencia en un estado de flujo beneficioso.
Proteger al equipo de las críticas: Es posible que la empresa tenga elementos culturales desafiantes en torno a la necesidad de parecer ocupado, y eso es difícil de cambiar unilateralmente. En pocas palabras: hay que dejar de hablar sobre lo ocupado que se está y comenzar a hablar sobre lo que está logrando. Las conversaciones sobre resultados tienen una buena forma de volverse virales, creando un espacio para que los demás se concentren en el impacto, y no en la actividad.
El león del teclado
Es posible ser muy malo en línea, y la gente lo hace con frecuencia. El término técnico para referirse a la maldad en línea es “ciberdescortesía” y, afortunadamente, los investigadores están empezando a estudiarla. Como señaló un investigador de la Universidad de San Diego, es especialmente complicado lidiar con la incomodidad virtual en el lugar de trabajo, donde no se puede exactamente “bloquear” al agresor y no volver a hablar con él.
Con una mayor proporción de trabajo remoto durante la era del covid-19, más personas se sintieron libres de comportarse de manera irritable en entornos virtuales. Algunos enviaron correos electrónicos cortantes o atacaron en llamadas grupales, todo ello sintiéndose seguros de que no tendrían que enfrentarse a sus objetivos en persona en un futuro cercano.
El comportamiento virtual incivilizado ha contado con la aparente protección que generan los entornos virtuales que, durante la pandemia, permitieron explotar una falla clásica del proceder humano: la información negativa se destaca para nosotros más que la positiva. Al acentuar lo no tan positivo, los "leones del teclado" se destacan en las mentes de los compañeros de trabajo, lo que los hace más distintivos y, por lo tanto, poderosos en el entorno laboral.
En este caso, existen dos tipos de estrategias que resultan útiles. Pero ¿cuál es la mejor manera de lidiar con un agresivo león del teclado que está haciendo que la vida laboral de algunos empleados sea desagradable? Y, en segundo lugar, ¿cuál es la mejor manera de acabar con el propio león del teclado interno?
Para acallar a un león del teclado: lo primero, ha de pasar por silenciar el rugido. Como hemos aprendido todos una vez en el zoológico, la diferencia científica entre un gato grande (el león que no quieres en tu casa) y un gato pequeño (el de la abuela, que se alimenta de atún de alta calidad) es el volumen de su rugido. Así que, para acallar a un león del teclado, hay que convertir su rugido en un maullido.
Aquí, lo que funciona es detener la cadena de respuestas a los correos electrónicos; interrumpiendo el chat. También funciona proponer a un agresor virtual que saque un tema “negativo” del foro en una reunión de grupo. El silencio, en este contexto, es poderoso.
Cómo apagar el león del teclado interior: Realizar un desplazamiento a un entorno diferente cuando se sienta la necesidad de rugir. El consejo tradicional es escribir el correo electrónico y no enviarlo, o levantarse y dar un paseo antes de hablar; ambos siguen siendo recomendaciones sensatas.
Sin embargo, este pensamiento se puede ampliar: Si se envía un correo electrónico cambiar al chat o, idealmente, cambiar cualquier modo escrito por una llamada telefónica o una conversación en persona. Llegado este punto se hace necesario salir del frío de las críticas virtuales para entrar en una cálida sala de estar. En este entorno, lo más habitual es que el comportamiento se transforme en el de un gato doméstico en lugar de un león.
El ganso del pensamiento grupal
La disrupción que generó la era del covid en el trabajo no convirtió a todos los trabajadores remotos en leones a la carga, sino que también transformó a algunas personas en, bueno, gansos tontos. Específicamente, gansos que dicen sí compulsivamente y piensan en grupo.
El ganso del pensamiento colectivo es un ejemplo fascinante de un conjunto de comportamientos desagradables que surgen de un lugar bien intencionado. Durante la pandemia, ansiábamos comunidad y conexión. Muchos de nosotros queríamos la calidez que surge de las relaciones agradables en el trabajo, por lo que atenuamos cualquier tendencia natural a estar en desacuerdo.
El ganso del pensamiento comienza siendo un compañero de trabajo amigable y prosocial... y termina convirtiéndose un ganso del pensamiento colectivo, que sigue ciegamente a la manada, asiente compulsivamente y suprime cualquier posible desafío a las ideas de los demás.
A diferencia del zumbido fuerte que produce la abeja trabajadora o del rugido furioso del león del teclado, el comportamiento de manada del ganso del pensamiento grupal no se presenta inmediatamente como un problema. En el mundo laboral, la bandada de gansos del pensamiento grupal funciona bien hasta que todos sus miembros comienzan a hacer lo mismo mal. Y, entonces, la situación es catastrófica: la mayoría de las crisis corporativas involucran un aspecto del pensamiento grupal.
Aquí se necesitan dos estrategias diferentes: una forma de lidiar con una bandada de gansos que piensan en grupo, y una forma de evitar convertirse en uno de ellos.
Cómo lidiar con los gansos que piensan en grupo: guiar con la mirada. Los border collies son famosos por pastorear ovejas, pero también ahuyentan a los gansos con una mirada intensa. Para vencer el pensamiento en grupo también es necesario guiar con los ojos, concentrándose incansablemente en los datos y las pruebas tangibles y visibles.
Resulta imposible vencer en una guerra de opiniones con un grupo de personas que piensa en grupo seriamente, e incluso con los datos en la mano, su testarudez colectiva forma un muro difícil de derribar. En cualquier caso, concentrarse incansablemente en hechos visibles brinda la mejor oportunidad de alejar a la bandada del porche, por así decirlo.
Cómo calmar al ganso interno que hace pensar en grupo: aceptar el valor único que representa cada individuo. Puede resultar muy tentador marcharse con una bandada de gansos que piensan en grupo. Es una medida aparentemente segura y cómoda que no hace sentir políticamente expuesto.
En cualquier caso, para salir de la bandada, lo mejor es llamar al cisne interior, entendiendo exactamente qué es lo que hace que un punto de vista sea único, dónde reside la verdadera visión. Esta acción permitirá hablar con confianza, incluso si se trata de una opinión un poco controvertida. Es importante destacar que esta estrategia consiste en aceptar cada visión, no la experiencia.
Los animales salvajes en casa no son nada divertidos
La buena noticia es que podemos desterrar a las abejas ocupadas, a los leones del teclado y a los gansos del pensamiento colectivo si somos conscientes de cómo debería ser el trabajo ahora, en comparación con los peores días de la crisis del covid.
Al igual que nos adaptamos durante ese momento difícil, podemos adaptarnos nuevamente a una nueva era que conlleva sus propios desafíos. En todo caso, el trabajo no ha de ser el lugar donde viven los seres salvajes.